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Subido por animacam 29 mayo, 2017

Chelo Loureiro                             

PRODUCTORA y PRODUCTORA EJECUTIVA

Ferrol (Galiza, España)

Especializada en la gestión de empresas con actividades relacionadas con las Industrias Culturales (Comunicación, Literatura, Cine y Artes Plásticas) desde hace años trabaja exclusivamente en el sector audiovisual.

Forma parte de la junta directiva de AGAPI (Asociación Gallega de Productores Independientes), Delegada en Galicia de CIMA (Asociación de Mujeres Cineastas), miembro de la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas de España y de la Academia Galega do Audiovisual.

Su foco de interés se centra fundamentalmente en el cine de animación y a colaborar con los nuevos talentos a realizar su ópera prima.

Como Productora Ejecutiva ha producido series para TV, cortometrajes, documentales y largometrajes, que obtuvieron innumerables premios y recorrieron festivales internacionales: http://www.abano.es/es/producciones.html

Producir De Profundis, de Miguelanxo Prado

Halloween 2016. Ayer fue 31 de octubre y la noche de este Madrid donde estoy en estos momentos, como imagino en toda la geografía española, se llenó de zombis, brujas, vampiros y fantasmas. Pelucas, máscaras, disfraces… creativos y macabros maquillajes paseaban por las calles semejando un Carnaval adelantado, gracias a esta milenaria tradición anglosajona que los irlandeses implantaron en EEUU y, desde hace poco tiempo pero de forma masiva, se celebra en nuestro país. Tal es el éxito de esta noche de las calabazas iluminadas que parece una fiesta arraigada hasta el punto de hacerse un hueco en nuestro calendario festivo. Alentado, por supuesto, por las superficies comerciales.

Estamos ante un caso más de la «colonización» americana. Un caso más de una interminable lista de productos culturales o comerciales que los EEUU nos venden a través de Hollywood. Porque no hay nada como el cine para vender un país.

No deja de ser irónico que, mientras aquí sometemos a unas tan duras como injustas críticas al cine español, los yanquis introducen su industria por el 80% de nuestras pantallas de cine y televisiones, seduciéndonos con su glamour. O sin el, porque “La Noche de Halloween” con que John Carpenter consiguió internacionalizar esta fiesta es una película de terror de serie B.

Gracias a esta admirable industria del cine y de su habilidad en cuestiones de marketing, Hollywood nos vendió, desde los vaqueros y el Malboro del Far West hasta la Cocacola, donuts, hot-dogs o Disneyworld. Y lo hacen tan bien que nuestros niños están convencidos de que  EEUU es el origen de Halloween o de la misma Blancanieves. Tan bien, que fueron quienes de convertirnos en cinéfilos. Hasta en humildes productores de cine, como es mi caso. Porque ese cine americano con el que fuimos creciendo, nos enseñó a soñar. Y también a no tener miedo a intentar levantar proyectos por imposibles que parezcan.

Por eso, cuando Miguelanxo Prado y Nani García me mostraron los primeros bocetos y acordes de De Profundis, no tuve la menor duda de que merecía la pena intentarlo. Sabíamos que el público adulto no responde a las películas de animación a no ser que lleven la firma de Tim Burton. Sabíamos que hacer animación era lento y caro, y que hacerla desde un punto de vista pictórico con la textura, el trabajo cromático, y el trazo personal de Miguelanxo, muy complejo. Sabíamos que la máxima financiación que podríamos conseguir sería, como mucho, veinte veces menos que el presupuesto más bajo de una producción americana. Pero también sabíamos que teníamos una hermosa historia, unha propuesta de búsqueda artística para poner en relación a la pintura, la música y las nuevas tecnologías de la imagen. Y ningún complejo.

Según Miguelanxo, el único punto de partida era una declaración de intenciones y el entusiasmo imprudente de Nani, pero yo no dudaba del talento de estos artistas y de la admiración y el respeto que se profesaban, ingredientes indispensables desde mi punto de vista para montar un equipo que debe trabajar años juntos. Y garantía de la calidad final.

Trabajar con ellos durante cuatro años, el viaje hasta el estreno en el Palacio de la Ópera de A Coruña, con más de 100 músicos de la Orquestra Sinfónica de Galicia interpretando en directo la banda sonora, 60 niños del Coro Cantabile y a Xabier Ferreiro lanzando desde una inmensa mesa de sonido el foley donde gaviotas, cetáceos, olas y tormentas se mezclaban y la claqueta con las imágenes de los protagonistas: la cellista que vivía en la casa situada en medio del océano con su enamorado, un pintor de sueños…  Compartir esta experiencia con ellos, fue un privilegio. Poder mostrar en todo el mundo una historia fantástica que lleva impresa la cultura gallega en cada plano, desde el pesquero hasta los trazos de los marineros, desde la casa en medio del mar -inspirada en una casa de indianos de la costa lucense- hasta la ciudad sumergida que descubre el protagonista en el fondo del mar -cielo para nuestros marineros cuyos espíritus se transforman en gaviotas tras ahogarse-, desde el cazador de congrios a la pastora de medusas, o a la soprano Ainhoa Arteta cantando en gallego con Carmen Rey un poema de Eva Veiga, un orgullo que continúa emocionándome en cada proyección.

Fue un aprendizaje de principio a fin. E incluso después de terminada, cuando descubrimos que esta historia que estaba destinada a un público adulto -sobreentendiendo que una película sin diálogos y con un ritmo piano, llena de enigmas, no despertaría el interés de los niños -era solicitada por maestros y profesores para ser proyectada en muchos centros educativos, fascinando a los más jóvenes -que hacen una interpretación tan diferente y hermosa de cada secuencia-, lo que resulta un verdadero estímulo para seguir adelante.

En estos momentos en los que producir proyectos culturales resulta una labor casi imposible, recorro a las cartas y dibujos que recibimos de los pequeños espectadores de De Profundis. Por ellos tenemos la obligación de resistir.

Madrid, octubre,2016.

Chelo Loureiro