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Subido por animacam 22 mayo, 2017

MIGUELANXO CARVALHO

Diseñador Gráfico

Donostia · País Vasco, 1966.

Miembro del coletivo Pestinho, con que firma todos sus trabajos como autor de BD. Fue sócio fundador del extinto fancine Frente Comixário y colaboró activamente en las primeras ediciones de las Xornadas de Banda Deseñada de Ourense. Obtuvo el Premio Ourense de Banda Desenhada por la serie A Familia Perpetua, publicada en los años 90 del siglo XX, en el diario La Region. Posteriormente se integró en el coletivo BD Banda. Autor, junto a Heitor Real y Xico Paradelo del suplemento Arre, para el periódico humorístico Xo. Con este mismo equipo colaboró también para la revista de humor  Retranca. Trabaja desde los años 90 como diseñador gráfico, actualmente en su propio estudio, Blau.

«Somos lo que recordamos y lo que los demás recuerdan de nosotros»

(Miguelanxo Prado, acerca de su obra Ardalén)

Recuerdo el día de mayo que, acompañado de tres amigos, conocí a Miguelanxo en el Salón de Comic de Barcelona, a finales de la década de los 80. Como cualquier amante del cómic que se precie, ya había leído sus dos primeras y deslumbrantes obras; Fragmentos de la Enciclopedia Délfica y Stratos. Aún hoy, después de tantos años, creo que son dos de las obras que más disfruté leyendo y por ello las revisito con cierta frecuencia, con cariño, como a viejos amigos. En mi interior envejecen bien.

Recuerdo que, por aquel entonces, la admiración que sentía por el autor de estas joyas rayaba en la envidia. Yo aún quería ser dibujante de cómic, y Prado encarnaba, como ningún otro, un modelo a seguir. No solo era descaradamente joven, tenía el Santo Grial de un talento indiscutible como ilustrador y una riqueza estilística fuera de lo común. Por si esto fuera poco, poseía madera de narrador. Narrador de sus propios mundos, no ajenos. Su universo era, y es, plenamente reconocible y personal a pesar de los muchos cambios estéticos y temáticos. Pausado, reflexivo, incluso poético por momentos. Además, de una forma intangible, su obra transmite una cierta sensibilidad gallega. Fragmentos, obra de Ciencia Ficción, me hizo pensar que Miguelanxo había conseguido que sintiese nostalgia de un futuro inventado.

Volviendo a Barcelona, a aquel soleado día de mayo en que cuatro post-adolescentes aficionados al cómic tuvimos la oportunidad de conocer en persona a Prado, creo recordar que esperábamos a alguien distante, afectado, tal vez pagado de sí mismo. No fue nada de eso, ni siquiera paternalista, –algo que sería disculpable entre un grupo de fans y el autor–. Hablaba con amabilidad y cercanía, sin estridencias, y traspasó de forma natural, como si no existiese, cualquier barrera generacional y vital. Te hacía sentir cómodo de una forma natural, honesta. Me pareció que su forma de ser, de comportarse, era extrañamente coherente con su universo estético y narrativo. En las palabras, el tono, hasta en el ritmo con que hablaba y gesticulaba había una unidad con sus obras. Evidentemente, él era, y es, sus obras (de Tangencias a Trazo de Tiza, de Ardalén a Presas Fáciles). Esa autenticidad, esa solidez monolítica, solo la he percibido en algunos autores, los grandes.

Con el tiempo, en las siempre escasas ocasiones que tuve oportunidad de coincidir y conversar con Miguelanxo, la amabilidad y generosidad mostradas no hicieron sino engrandecer su figura, a mis ojos ya gigantesca. Siempre estuvo dispuesto a colaborar en todo cuanto le solicitábamos, ya fuese para las Xornadas de BD de Ourense, o para la revista Frente Comixario, aun cuando no éramos nadie en el panorama del cómic nacional. Pero su gentileza se extendía a otros muchos colectivos y eventos, y se ha mantenido, y se mantiene, a lo largo de los años.

Si somos lo que los demás recuerdan de nosotros, Miguelanxo es grande como autor e inmenso como persona, porque este que subscribe, y me consta que otros muchos, así lo recordamos.

Ourense, Octubre, 2016.

Miguelanxo Carvalho